“No sabía si mi ojo estaba allí todavía“, dijo Luetscher a The Associated Press el martes. “El dolor era tan intenso que creo no temía morir“.
Luego coloco una camiseta sobre la herida para contener la hemorragia. Cuenta que el intenso dolor lo mantuvo consciente y logró caminar hasta la lavandería de su casa donde su compañera, Arpy Williams, llamó a la ambulancia.
Después de escanearle el cerebro los cirujanos comprobaron que el mango de las tijeras había penetrado 15 centímetros (6 pulgadas) en la cabeza del paciente y que tocaba la arteria carótida en el cuello.
“De haber tomado una dirección ligeramente distinta, podría haberlo matado“, sentenció Polonski, del equipo médico que lo trató.
El señor Luetscher de Wisconsin, pero que vive en Green Valley, en el sur de Arizona, ha experimentado una notable recuperación desde el accidente del 30 de julio. Todavía tiene una ligera inflamación en los párpados y algo de doble visión, pero salvó el ojo.
Los médicos que le extrajeron las tijeras y le reconstruyeron un hueso en la cuenca del ojo dijeron que pudo haber sido mucho peor. “Fue muy afortunado de que no le hubiera afectado las estructuras vitales”, dijo el doctor Lynn Polonski.